Colocar en primer lugar la defensa de los derechos humanos, exigen a Obama y Peña


Del optimismo desbordado por alcanzar una reforma migratoria en la llamada cumbre Marlboro de 2001, George W. Bush se despidió de México seis años después con un “no me gusta apostar, porque cuando apuesto normalmente pierdo”. Efectivamente: no buscó legalizar a millones de mexicanos. Tampoco Barack Obama lo ha logrado, y en el retorno del PRI al poder se optó por privilegiar la agenda económica con Estados Unidos.
De 2000 a la fecha tampoco se concretó el control de la venta de armas en Estados Unidos, como buscó Felipe Calderón, quien logró “desmigratizar” la relación, para centrarla en seguridad. Quizás ante el desgaste de los temas migratorio y de criminalidad, Enrique Peña Nieto y Obama tienen previsto en su encuentro de hoy centrarse en los tópicos económico y comercial.
El optimismo no se pierdePese a los escasos resultados en dos sexenios el optimismo de México no se pierde.
Fuentes de la cancillería destacan que el encuentro se da en buen momento, ya que a 100 días de su segundo mandato Obama ha ganado espacios en el debate para una reforma migratoria y la mayor regulación en la venta de armas, y en México se han aprobado reformas largamente pospuestas.
Aunque Peña Nieto y Obama pretenden privilegiar este punto, organizaciones sociales exigen colocar en primer lugar los temas de la defensa de los derechos humanos y una mejor regulación en la venta de armas. Entre ellas Amnistía Internacional en México y Estados Unidos, así como el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
Sobre este tema, fuentes de la cancillería han destacado la sensibilidad mostrada por la administración Obama en lo relativo al cambio de estrategia del gobierno mexicano para enfrentar la lucha antidrogas.
Destacaron la firma de una nueva etapa de la Iniciativa Mérida, por la que Estados Unidos destinó el sexenio pasado mil 900 millones de dólares a México en armamento y capacitación, a efecto de privilegiar la prevención del delito y la aplicación de la justicia.
Advierten que el Pacto por México y las reformas aprobadas en el Congreso pueden potenciar las relaciones comerciales entre ambas naciones, que representan 460 mil millones de dólares anuales, para convertir a la frontera común en un espacio seguro y de desarrollo económico.
Desde la primera época del PRI en la Presidencia las visitas presidenciales han trascendido más por el protocolo de buena vecindad, las alabanzas mutuas y el anecdotario que por los acuerdos alcanzados.
Un mercadotécnico manejo de las imágenes de Vicente Fox y de George W. Bush como presidentes afines, unos cowboys, generó que en 2001 se levantaran amplias expectativas de alcanzar una reforma migratoria durante su encuentro en el rancho del guanajuatense.
Un año después Fox enfrentó un congelamiento de Bush a partir de la lenta respuesta de México para expresar su respaldo a la Casa Blanca tras los atentados contra las Torres Gemelas.
En 2002, Fox buscaría congraciarse con su homólogo estadunidense. En marzo, la víspera de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, convocada por la ONU, a la que acudieron numerosos mandatarios del orbe, incluido George W. Bush, ocurrió el ya célebre “comes y te vas”, que expresó el mandatario mexicano a Fidel Castro para evitar cualquier contacto entre éste y el jefe de la Casa Blanca. En otras reuniones en México tampoco se concretó nada del sueño foxista.
Con esa experiencia fallida como telón de fondo, Calderón y su embajador en Washington, Arturo Sarukhán, hablaron de “desmigratizar” la agenda, sólo que ésta dio un vuelco hasta concentrarse en el tema de seguridad.
Este nuevo principio quedó evidenciado en la primera cumbre sostenida entre Calderón y Bush, en Yucatán, donde se acordó impulsar la rebautizada Iniciativa Mérida, conocida entonces como el Plan Colombia para México, que significó la llegada de equipo y armamento, para alimentar la guerra contra el narcotráfico que a la postre marcaría el sexenio calderonista.
En enero de 2009 Obama se estrenó en la Casa Blanca. En abril de ese año –la primera de sus cuatro visitas a México, incluyendo la de hoy– ofreció reducir el tráfico de armas, aunque sin buscar modificaciones legales, un pedido que le hizo Calderón. También reiteró su interés en sacar de la sombra a los indocumentados.
Cuatro meses después regresó para participar en una cumbre trilateral con Calderón y el primer ministro canadiense, Stephen Harper. Ante ellos prometió que a finales de año presentaría al Congreso una iniciativa de reforma migratoria, tras reconocer que el sistema de migración de su país estaba “roto”. Pasó el tiempo y tampoco hubo avances.
Ambos se volvieron a ver en Los Cabos el año pasado, pero ya no hubo planteamientos de fondo.

Claudia Herrera y Ciro Pérez, La Jornada, 2 de mayo.

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