Ven migrantes a infiltrados del crimen en los albergues


VERACRUZ. Un aroma inundó la iglesia La Lupita de Acayucan, al sur de Veracruz. Mientras el diácono daba misa, el olor a carne, tomate y cebolla, que salía de la sacristía, levantaba los ánimos de decenas de migrantes centroamericanos que aguardaban la comida tirados en los pasillos y escalones.
Todos eran viajeros del tren que el miércoles fue atacado por pandilleros que de manera indiscriminada —según relatos de los testigos— repartieron a golpes, machetazos y empujones para que cayeran fuera de La Bestia, por no pagar una extorsión de 100 dólares por cabeza.
Maltrechos, hambrientos y algunos con heridas, quedaron a expensas de la ayuda que los ciudadanos y personal de la Cruz Roja.
Salvadoreños, hondureños, guatemaltecos y nicaragüenses llegaban por montones a las unidades del Grupo Beta para ser transportados desde Las Barrancas, a unos dos kilómetros del crucero ferroviario, en el municipio de Cosoleacaque, donde inició la agresión.
El gobierno de Veracruz confirmó los puntos de riesgo: Coatzacoalcos, Cosoloeacaque, Acayucan, Sayula de Alemán y Tierra Blanca.
El gobernador Javier Duarte se reunió con el director del INM, Ardelio Vargas, así como con los cónsules de Honduras, El Salvador y Guatemala, y representantes de las secretarías de Marina y Defensa, para echar a andar en las próximas semanas el Protocolo de Atención en Situaciones de Emergencia.
Migración dispuso dos autobuses para que los voluntarios fueran repatriados. Pero 85 fueron albergados en la estancia provisional. “Si nos dan permiso vamos a esperar una semana en lo que se calma la cosa para poder irnos de nuevo en el tren”, dijo un hondureño.
Algunos salieron a escuchar misa. Dentro un ejército de mujeres trabajaba para darles de comer.
Daniel Fernández Alcántara, encargado de Cruz Roja en Acayucan, detalló que los enviados internacionales coordinan las labores humanitarias, pero la delegación es la encargada de asistirlos.
Entre los agredidos también estaba un joven de 20 años, quien viajó por tres semanas desde El Salvador para llegar a Estados Unidos, pero hace 20 días sufrió un accidente en donde perdió parte de una pierna.
“Me querían cobrar 100 dólares, pero como no quise dar intentaron pegarme y al huir caí abajo del tren y me machacó mi pierna”, relató el muchacho en voz baja, casi en secreto y sin revelar su identidad.
Como él, dentro del albergue todos siguen con miedo. Cuentan el ataque, las extorsiones, pero voltean a todos lados, pendientes sobre todo de quienes se pasean entre todos, bromeando y saludando. Temen que sean espías infiltrados del crimen organizado.
Rodrigo Barranco corresponsal, EL Universal, 4 de mayo.

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